
EL PRIMER CARRO EN LA CIUDAD DE PEREIRA

PRIMER CARRO DE PEREIRA

HISTORIA
El 19 de octubre de 1899 es una fecha central en la historia colombiana: ese día rodó por las calles de Medellín el primer automóvil que hubo en el país. Horas después estalló la Guerra de los Mil Días.
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Uno de los nombres ligados al empuje que ha caracterizado a los paisas es el de Carlos Coroliano Amador Fernández (Medellín, 1835 – octubre 13 de 1919) el hombre que llevó a la capital de Antioquia, procedente de Francia, el primer carro que rodó por las tierras colombianas.
El curioso artefacto de color rojo se estrenó el domingo 19 de octubre de 1899. Era un último modelo de la marca francesa Dion Bouton, de combustión por gasolina e iniciación con manivela, arranque por cadenas que lo movían a jalones y se varaba a trechos. Tenía capacidad para 3 personas (la gente decía que era para cinco: tres encima y dos empujando) y su velocidad máxima era de 25 kilómetros por hora.
La crónica de Hernando Guzmán Paniagua recuerda que “ese domingo a la salida de la misa de 12, la gente corrió, los caballos se desbocaron y el cura echó bendiciones, cuando Coriolano pasó frente a la iglesia de La Candelaria en el coche conducido por un chofer francés de apellido Tissnés, quien importó el carro con 7 galones de combustible. Horas después estalló en Medellín la Guerra de los Mil Días y entonces la gente dijo: El caballo del Demonio trajo la guerra”
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A fines de 1913, sin carretera que comunicara a Pereira con otro poblado, sus habitantes quisieron gozar de los nuevos adelantos técnicos en locomoción y el primer carro empezó a recorrer las empedradas calles de la pequeña ciudad.
"… Camilo Angel, Roberto Angel Mejía, Pablo Arias Restrepo y otros amigos, previo un aporte personal de doscientos pesos, conformaron una sociedad especial, con el objeto de adquirir, nada más ni nada menos, que un automóvil con destino a las calles empedradas del tranquilo terruño.
Hechas las diligencias de rigor, adquirieron en Medellín un viejo auto de marca Ford, con rines de madera, encendido de manivela, capote plegable de hule negro y una corneta que sonaba al oprimir una enorme perilla de caucho. Y una alegre día del mes de febrero de 1914, tras embarrada carrera de ocho días a lomo de buey, llegaron a Pereira las piezas del carro que se desarmó en Medellin para poderlo transportan en turega.
La llegada del carro fue un día de fiesta y regocijo con brindis y champaña y felicitaciones para los felices accionistas. Seis días después, gracias a la técnica misteriosa de Enrique Alvarez Jaramillo, el "tres patadas", arrancó y bufando y con hipo rodó sobre la tierra fresca, bajo los mangos asombrados que se agacharon para verlo cruzar la plaza de Bolívar.
Los propietarios sobrecargaron el viejo Ford con sus familias y amigas y por las calles empedradas efectuaron sin descanso la "vuelta del bobo" entre el parque de La Libertad y el Lago Uribe Uribe.
Semejante trajín agotó al pobre carro, que dejó de funcionar, y aparcado en una pesebrera debió esperar la llegada de un experto medellinense que sanara sus males.
Una vez reparado, se estableció el servicio a particulares, que gozaban dando vueltas a libra esterlina por hora de recorrido. Con el técnico Escolástico Acevedo, o Colaco, se atendió la ruta Pereira- Cerritos y el carro levantó polvero en verano y como el Cristo de Semana Santa, utilizó peones cirineos para que lo levantaran de los canalones llenos de barro en tiempos lluviosos.
Dos años funcionó el "tres patadas" hasta que como raque viejo no quiso trabajar más. Como último aporte a la región el carrito dejó su motor trabajando en una hacienda por los lados de Cerritos.[1]
Después de las primeras experiencias con los motores y siguiendo el ejemplo de otras ciudades colombianas, en 1926, la Sociedad de Mejoras Públicas de Pereira, dirigió todos sus esfuerzos para enlazar la ciudad con el resto del país por medio de carreteras. La poderosa entidad interesó al gobierno departamental y al nacional y consiguió el contrato para construir la vía a Cartago y los tramos carreteables entre Pereira y Santa Rosa de Cabal y entre Pereira y Marsella.
El tramo entre Pereira y Cartago se construyó casi todo sobre la banca del antiguo camino. A medida que avanzaba su construcción, las antiguas fondas, que antes atendieron a las recuas y a los arrieros, se fueron convirtiendo en paraderos de camiones y carrioles y en concurridos sitios donde choferes y pasajeros se deleitaban con sirope y cucas, apuraban un aguardiente o calmaban el hambre con un vaso de leche espumosa acompañado con jaletinas.
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